Durante años he escuchado a cristianos cuestionar el concepto de autoestima o amor propio, como si fueran sinónimos de orgullo o egoísmo. En algunos espacios, incluso se ha ridiculizado el autocuidado emocional, argumentando que “debemos morir a nosotros mismos”, afirmación que aparece en la Biblia y que probablemente aplicamos de manera errónea. Pero, ¿significa eso que debamos ignorar por completo nuestras emociones, límites y necesidades? ¿Es posible hablar de autoestima sin que eso entre en conflicto con una fe centrada en Jesús?
Hoy quiero abrir esta conversación, desde mi perspectiva como psicóloga, creyente que decide vivir para Cristo, y mujer que también ha tenido que sanar su forma de mirarse.
💬 ¿Qué entendemos por autoestima y amor propio?
La autoestima se puede definir como el conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones y sentimientos que una persona tiene acerca de sí misma. Es decir, cómo se valora, se acepta y se respeta a sí misma (Rosenberg, 1965).
Por su parte, el amor propio implica una actitud activa de aprecio hacia uno mismo que se manifiesta en comportamientos como el autocuidado, el respeto por los propios límites y la compasión en momentos de dificultad (Neff, 2003).
Ambos conceptos, correctamente entendidos, no apuntan al narcisismo, sino a una relación saludable con quien somos. No se trata de sobrevalorarnos ni idealizarnos, sino de vivir reconciliados con quienes somos, sin pretender ocultarnos o negarnos.
✝️ ¿Qué dice la fe cristiana?
Uno de los versículos más citados al hablar de amor propio es Mateo 22:39: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. A menudo este pasaje se interpreta como un llamado al equilibrio: si no me amo, ¿Cómo podré amar bien a los demás? Sin embargo, algunos teólogos han sugerido que Jesús no estaba invitándonos a “empezar” a amarnos, sino que asumía que ya lo hacíamos, aunque quizás de forma distorsionada.
El teólogo R.T. France (2007), en su comentario sobre Mateo, señala que este mandamiento parte del hecho de que los seres humanos ya sienten una preocupación natural por sí mismos, y lo que Jesús hace es extender esa medida de amor al trato con los demás. Por otro lado, Dietrich Bonhoeffer (1937), en The Cost of Discipleship, reflexiona que ese amor propio, cuando está deformado por el egoísmo, nos aleja del amor genuino al prójimo. Por eso, el llamado de Jesús es a redirigir ese amor (que muchas veces es centrado en el yo) hacia los demás, de forma generosa, sacrificial y compasiva.
Entonces, tal vez no se trata tanto de “aprender” a amarnos, sino de reconocer cómo lo hacemos y desde qué lugar. ¿Es un amor compasivo, sabio y humilde? ¿O uno marcado por el orgullo, la autoexigencia o la idolatría personal? El amor propio no debería ser el fin, sino la base desde la cual podemos servir y amar a los demás como Dios nos ama.
Además, fuimos creados a imagen de Dios (Génesis 1:27). No es cualquier imagen: es la del Creador del universo. Y cuando despreciamos lo que somos, también negamos esa imagen que llevamos.
Jesús nunca promovió una espiritualidad que ignora el dolor, ni un estilo de vida que aplasta lo humano. Al contrario: él se detuvo a mirar, sanar, tocar y validar. Incluso lloró. Y eso también nos enseña cómo vivir.
🤲 Entonces… ¿hay espacio para ambos?
Sí, absolutamente. Pero no estamos hablando de cualquier autoestima ni cualquier amor propio.
Como cristianos, buscamos una autoestima fundamentada en nuestra identidad en Cristo, no en logros, apariencia o aprobación. Y un amor propio que reconoce nuestras limitaciones y abraza la gracia que hemos recibido de Él.
“Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo.”
No se trata de idolatrarnos, sino de mirarnos con los ojos que Dios nos mira: con verdad y amor. Reconociendo tanto nuestras fallas como nuestro valor eterno.
💡¿Cómo cultivarlo en la práctica?
- Lee la Palabra no solo para corregirte, sino para recordarte quién eres en Él.
- Practica el descanso, la alimentación consciente, el cuidado emocional. También son formas de adoración.
- Rodéate de personas que te edifiquen, no que te desgasten.
- Busca ayuda profesional si lo necesitas. Dios también puede obrar a través de la psicología.
No es egoísta conocerte, sanar, mirarte con ternura. Es parte del proceso de restauración que Dios ofrece para ti. Porque cuando eres libre, puedes amar mejor. Cuando estás sana, puedes servir con gozo. Y cuando vives desde tu identidad en Cristo, puedes acompañar a otros sin perderte a ti misma.
¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo!
Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.
Referencias
Bonhoeffer, D. (1995). The Cost of Discipleship. Touchstone.
France, R. T. (1985). Matthew: Tyndale New Testament Commentaries. InterVarsity Press.
Branden, N. (2001). Los seis pilares de la autoestima. Ediciones Paidós Ibérica.
Neff, K. D. (2011). Self-compassion: The proven power of being kind to yourself. William Morrow.